Alguna vez he comentado mi cuelgue con las culturas orientales. Necesito dejarme invadir y sentir lo que me producen. Es como una terapia crónica que se activa indiscriminadamente. Para intentar paliar sus efectos, escucho sonidos que me retrotraen a esas atmósferas. Es el caso, por ejemplo, de un grupo iraní llamado Niyaz, mezcla de poesía sufí, música tradicional iraní y música electrónica. Todo un lujo. Llama la atención el aire contemporáneo de su trabajo, fruto seguramente de la influencia de vivir en Estados Unidos y tener una perspectiva diferente de su identidad. Y es que supongo que en la mezcla de culturas es donde se alcanza la mayor riqueza de miras, porque se amplían los puntos de vista y las cosas adquieren una importancia relativa.
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